En el Valle de Guadalupe a de haber más de 100 casas vitinícolas y de todos tamaños. Están las grandes como L.A. Cetto, Domecq, Monte Xanic y después todas las demás.

Siento que debes resistir la tentación de visitar estas casas grandes (bueno Monte Xanic lo tienen muy bien y supera a la visita a L.A. Cetto por el lugar/ambiente en un 1000 puntos porcentuales). A cambio te invito a aventurarte a los ranchos pequeños que sin duda tienen mil veces mas encanto y detalles personales.

Y no es porque L.A. Cetto no este bien. Es una visita buena muy bien organizada y con unos vinos excelentes. Pero como Domecq ya es un proceso mucho mas industrializado y se siente que te estan paseando por una fabrica de ensamblaje.

L.A. Cetto

Entrando a LA Cetto en el Valle de Guadalupe
Entrando a LA Cetto en el Valle de Guadalupe

L.A. Cetto funciona de una manera similar a Freixenet en Queretaro, con tours cada 30 minutos y todo tipo de organización. Rápidamente se formo un racimo de personas y después todos nos encontrábamos en tour observando a un camión remolcando 6 vagones todos llenos de uvas. Conforme tocaba su turno, cada vagón se levitaba automáticamente vaciando sus contenidos a una maquina que hacia la labor de pies, pisando y triturando las uvas. Al final de este aparato se veía el jugo de uva vaciándose en grandes contenedores.

La visita es un poco faltante de detalles.. quizás porque todo esta automatizado, pero momentos después ya estábamos en una gran bodega llena de barricas, en una explanada decorada con “los modelos anteriores” con los cuales se hacia el vino “de antaño”, y finalmente nos estaban embriagando en la degustación; seguro para que se nos olvidara el gran cubetazo con el cual nos habían explicado todo.

LA CETTO en el Valle de Guadalupe

La Casa de Doña Lupe

La Casa de Doña Lupe, por ejemplo, esta a menos de 50 metros de LA Cetto sin embargo te sientes que estas en el campo, en medio de las parras. Tienen un espacio precioso para sentarte – y dentro de la casa encuentras una gama de jaleas, salsas, aceites, etc todos hechos en la misma finca y que deja muy atrás al “Green Corner” ú otro super “orgánico”.

Sin pretensiones neo-hipsters ni un gran proceso automatizado, esta casa te acoge de la misma manera que lo hace el sabor del roble y uvas con un buen queso. Además la familia de Doña Lupe no se ha quedado descansando en sus parras. Cerveza artesanal y todo tipo de jaleas, salsas, miel, y confecciones todas hechas en la misma finca.

Torres Alegre

En La Vinícola Torres Alegre, te recibe el dueño y te cuenta de manera muy personal la historia de cada uno de sus vinos.

Un food truck y un inmueble con el mejor estilo detrás del cuál se encuentra un enorme sebrío. Al instante tuve un pensamiento de lamentar haber entrado… de la misma manera que lamentas entrar a una boutique en mazaryk donde eres la única persona y el vendedor te ve con ojos de que vas a comprar algo ¿o que? Bueno, bastante mas amable que eso.

El dueño me explico de que se trataban los vinos de la finca, las familias de vinos que producían y la historia de cada uno. La verdad, exquisito el que probe (tampoco puedes degustar todo en todos los lugares).  Me contó con todo lujo de detalle la historia de la botella que al parecer era la buena y me iba a ver mas o menos obligado a llevarme conmigo. La botella mas cara que he comprado en mi vida a unos 500 pesos (si ya se, pero soy de los que pienso que el vino de 100 a 200 pesos puede ser igual de bueno). Me sentí bastante bien de mi compra… aparentemente este vino era la óstia. Ningún frances había podido discernir que era del nuevo continente; había burlado al mejor catador español también. Familias con apellidos Aguillarde y Beliveau constantemente lo mandaban pedir. Mmh.. con que no se rompa la botella antes de llegar a casa…

En una nota, adelantándome bastante a la historia… Hace tiempo después abrimos la botella. Que vino mas delicioso y tan diferente a cualquier otro vino (de 100 a 200 pesos) que había probado. Seco como Baja California pero con un sabor a roble que parecía estabas dandole una mordida a un árbol. No soy ningún catador experto pero que buena experiencia que un vino tenga tanto sabor, tan complejo y tan diferente. La botella la continuamos con un Merlot de la casa nos supo a vinagre. Supongo es lo mismo que sucede cuando continuas con una Sol después de una Guiness.

Vista desde la terraza de Monte Xanic
Vista desde la terraza de Monte Xanic

En resumen

Creo lo que quiero decir es que quizás por el tamaño LA Cetto y similares, me parecen que te alejan de la parra y te acercan a la fábrica, mas lejos de la atención personal y cerca de un tour que se repite cada media hora.

Cuando visitas un valle vinícola tienes la oportunidad de hacer uno quizás dos tours del proceso (ya después es bastante repetitivo) – aprovecharía en otra ocasión para hacer este tour en una casa mas pequeña.

Esta reseña es parte de mi experiencia en Baja California. Pueden leer la reseña completa de este día aquí.

Caminos a haciendas vitinícolas en el Valle de Guadalupe
Caminos a haciendas vitinícolas en el Valle de Guadalupe